Lo Que el Trabajo Nos Roba

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Día de Robar Algo en el Trabajo 2021

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Cada año, durante más de una década, nos hemos unido a otrxs en todo el mundo para celebrar el 15 de abril como el Día de Robar Algo en el Trabajo, un día para reflexionar sobre las razones por las que lxs trabajadorxs roban en sus lugares de trabajo.

Por supuesto, durante la pandemia de COVID-19, robar en el trabajo se ha vuelto más difícil que nunca. Consideremos lo que esto significa para el futuro de la humanidad.


Lo Que Roba el Trabajo

Desde pequeñxs, se nos dice que el trabajo es lo que ayuda a cubrir nuestras necesidades.

Sin embargo, cualquiera que ha ejercido como empleado—o que ha trabajado por cuenta propia, a merced del mercado— ha tenido una experiencia muy diferente: el trabajo nos roba.

Roba las horas de nuestros días, el tiempo que nos gustaría pasar con nuestra familia, amigxs y amantes, la energía que de otro modo dirigiríamos hacia actividades placenteras, creativas y altruistas. Nos roba la imaginación: incluso lxs empleadxs y empresarixs más innovadores de hoy en día siguen inventando cosas dentro del estrecho marco de lo que puede competir en el mercado, en lugar de, por ejemplo, lo que puede aportar alegría a los seres humanos.

Se cuela en nuestros momentos de ocio, en nuestras relaciones más íntimas: el trabajo de competir por el capital social, de realizar un trabajo emocional no deseado, de responder correos electrónicos y mensajes de texto, de pagar facturas e impuestos y primas de seguros y comprar productos con la esperanza de que nos hagan más aptos para ser contratados (una camisa de ejecutivx, un anillo de luz, un diploma)—y prepararnos, una vez más, para volver al trabajo.

El trabajo—el trabajo total de toda la humanidad desde la Revolución Industrial—ya ha causado un daño permanente a la biosfera de la que todxs dependemos para obtener el aire, el agua y la nutrición que necesitamos para seguir con vida. ¿Qué no nos ha robado el trabajo?

Otro siglo como este—otro siglo de trabajo—y nuestra especie estará acabada, junto con muchas otras. El trabajo—es decir, toda actividad que está determinada por la necesidad de obtener un beneficio para alguien, en lugar de ser elegida por su valor intrínseco—es precisamente lo que nos impide satisfacer nuestras necesidades.

“¿Qué significa en realidad ser útil? La suma de la utilidad de todas las personas de todas las épocas está plenamente contenida en el mundo tal como es hoy. De lo que se deriva: nada es más moral que ser inútil.”

-Milan Kundera, La Inmortalidad

Un guiño de phryk.net.

Un Mundo Robado por el Trabajo

No hace mucho, el lugar de trabajo era una zona claramente diferenciada en la que lxs capitalistas pagaban a lxs trabajadorxs un salario por gestionar los medios de producción privados. En esas condiciones—que aún prevalecen en muchos lugares, aunque son menos y están mejor vigilados que antes—un/a trabajador/a rebelde podía cazar y recolectar subrepticiamente los recursos que pertenecían al jefe, actuando en un momentáneo estallido de libertad, de la forma en que sus antepasadxs nómadas habrían actuado en todo momento. Robada por trabajadorxs asalariadxs, una tarrina de helado podría volver a entrar en la economía de regalo que sostuvo a nuestra especie durante más de 200.000 años. Lxs trabajadorxs se vieron obligadxs a vender su trabajo por una miseria, pero a veces podían contraatacar de maneras que rechazaban la lógica del mercado.

Pero a medida que las emergencias del capitalismo tardío se vuelven cada vez más graves, incluso esa situación se está erosionando.

“Hoy, en lugar de hablar de la clase trabajadora, podría ser más preciso hablar de la clase en peligro.”

-“Todo lo Que Tenemos es a Nosotrxs Mismxs: Un Llamamiento de un repartidor de Manhattan.”

La era COVID-19 ha normalizado las duras relaciones de clase entre lxs vulnerables y lxs protegidxs. La celebración del año pasado del “trabajador esencial” sirvió para enmarcar el trabajo en sí mismo como esencial y tratar a lxs trabajadorxs que lo realizan como prescindibles. En lugar de basar nuestra economía en la premisa de que la sociedad se divide en quienes trabajan y quienes obtienen beneficios, hoy podríamos partir de una distinción diferente, lo que implica una política diferente : hay quienes obtienen beneficios y quienes mueren.

Durante cientos de años, robar en el lugar de trabajo ha ayudado a lxs trabajadorxs a sobrevivir. ¡Piensa cuántas personas más de las clases trabajadoras habrían muerto de desnutrición u otras causas evitables si no se hubieran sostenido con los recursos que pudieron robar además de con sus salarios! Sin embargo, lxs repartidorxs autónomxs y conductorxs de Uber difícilmente puede robar en sus lugares de trabajo. Esto es indicativo de un cambio significativo hacia la precariedad de todxs lxs trabajadorxs; también indica una expansión del área de trabajo, que actualmente es más visible en la forma en que está impactando en la clase media.

Hoy en día, para cientos de millones de trabajadorxs y estudiantes en todo el mundo, el hogar en sí mismo es su lugar de trabajo. Hace un año, al comienzo de la pandemia, consideramos este desarrollo en relación con el aumento de la vigilancia; en el año transcurrido desde entonces, ha quedado claro hasta dónde puede llegar esto. El miedo a la vigilancia presupone una identidad “auténtica” y libre que puede verse atrofiada por un control excesivo; pero reemplazar la oficina por las reuniones de zoom y consagrar la vida social a las redes sociales, hace que sea cada vez más difícil imaginar siquiera esa identidad.

Si alguna vez lxs empleadorxs temieron que lxs empleadxs pasaran de contrabando recursos, del lugar de trabajo a sus hogares, ahora es el trabajo en sí el que se infiltra en nuestros hogares, reduciendo la distancia entre los dos significados de “ocupación”—empleo y anexión— convirtiendo el dormitorio en una fábrica que produce alienación en estado puro, sin apenas un producto físico que lo demuestre.

En estas condiciones, el tiempo es casi lo único que queda por robar. Pero no hablamos de robar ese tiempo para deambular por TikTok o Amazon Prime cuando se supone que debes estar prestando atención en clase o entregando un pedido. Esas actividades aún acumulan beneficios para la clase capitalista mientras nos empobrecen. Para que el robo de tiempo sea robo en el trabajo, tenemos que poder pasar ese tiempo fuera de la lógica del lugar de trabajo y del mundo que se ha remodelado a su imagen y semejanza.

La colonización de nuestros hogares, corazones y fantasías por parte del trabajo, ilustra perfectamente la diferencia entre lo que algunxs Marxistas llaman “subsunción formal” y “subsunción real”, aunque esta diferencia se ha vuelto tan redundante como la palabra “kafkiano”. Cuando todo se ha subsumido en la lógica del capitalismo, la única pregunta que queda es qué podría sacarnos de él. Transponiendo el relato de Hegel sobre el desarrollo de las ideas a una narrativa idealizada de progreso histórico, Marx trató de resolver este problema con un aceleracionismo descarado— cuanto peor están las cosas, más cerca están de cambiar. La idea de que siempre está más oscuro antes del amanecer puede funcionar en buenas canciones punk, pero -como todo el marxismo- es mala ciencia.

La intromisión del trabajo en nuestros hogares no nos acerca a una revolución que desbancará al capitalismo. En todo caso, solo nos acerca a la extinción. Pero al hacer imposibles las viejas formas de rebelión a pequeña escala, nos obliga a poner todo en juego si queremos resistir. Debemos recordar lo hermoso de robar en el lugar de trabajo—honrando el modesto coraje de siglos de pequeñxs ladronxs que robaban a sus empleadorxs cuando podían—reconociendo al mismo tiempo que, como muchos otros elementos del frágil rapport du forcé que existía entre empleadorxs y empleadxs en el siglo XX, es probable que, a partir de ahora, esto no se vuelva más fácil sino más difícil. Si queremos seguir actuando fuera de la lógica del capitalismo, en el siglo XXI la apuesta es doble o nada—Y sin garantías.

Entonces, ¿Qué es lo Mejor Que se Puede Robar en el Trabajo?

“El saqueo es bueno, pero es solo una pequeña muestra de lo que todxs podemos compartir. Si crees que hacerlo en las tiendas minoristas es bueno, espera hasta que veas los centros de distribución. Demonios, no solo podríamos controlar lo que ya está hecho—podríamos decidir lo que se hace. “

-Participante anónimo en la Rebelión de George Floyd

El saqueo de decenas de negocios en las Ciudades Gemelas en respuesta al asesinato de Daunte Wright a manos de la policía, adquiere una mayor dimensión cuando lo vemos en el contexto de la precariedad y el desempleo y la creciente dificultad de llevar a cabo las antiguas formas de resistencia que sirvieron como válvulas de escape. El conflicto entre quienes obtienen beneficios y quienes mueren—entre lxs asesinxs y lxs excluidxs—no es una lucha de retaguardia, sino una imagen del futuro.

Algunxs, cuya imaginación todavía está moldeada por el siglo XX, quieren ver a lxs desempleadxs regresar los lugares de producción, para tomar el control y autogestionar las fábricas, con el fin de producir una versión un poco más ética del actual orden global postindustrial. Pero nuestros sueños más salvajes van mucho más allá de la visión del “comunismo de lujo totalmente automatizado”, entendido como el cumplimiento comunista de todos los deseos de consumo producidos por el capitalismo y su forzada escasez artificial. Lo que más deseamos es destruir el orden que produjo esos deseos, no reorganizarlo. Queremos crear condiciones que produzcan deseos diferentes, rescatar al mundo de la lógica del mercado y del trabajo mismo, para crear una sociedad en la que todxs podamos explorar nuestro potencial colectivo en nuestros propios términos.

Básicamente, el robo en el lugar de trabajo no consiste en adquirir objetos. Se trata de establecer una nueva relación con nuestro propio ser. Implica la posibilidad de vivir de una manera diferente.

La deserción comienza como una huida, pero con la práctica, pasa a ser un rescate”.

-Bernard Maszalek, presentando “El Derecho a la Pereza” de Paul Lafargue .